En la Guía de Innovación de 2021 escribí que teníamos que resistirnos a ser rehenes de la crisis. Me refería entonces a los efectos que aún coleaban de la pandemia, pero en estos momentos veo oportuno recuperar aquella reflexión para abordar con la misma determinación una situación económica que desde octubre añade la inestabilidad geopolítica a dificultades que ya estaban condicionando el día a día de nuestras empresas, como la crisis energética, los elevados tipos de interés y el encarecimiento de los suministros por la inflación. Volvemos a atravesar una coyuntura complicada que, insisto hoy, no podemos dejar que condicione nuestras metas,
Durante la última década he manifestado, con convicción, que la Euskadi de hoy no se puede entender sin tener en cuenta a la industria como motor de la economía vasca. De hecho, junto con los servicios avanzados, supone el 40% del PIB. Un PIB per cápita que se ha multiplicado por 12 desde 1980. La crisis nos ha golpeado con menos intensidad gracias a la fortaleza de una economía diversificada, respaldada por una industria que ha sabido renovarse y ver los cambios como oportunidades. Euskadi ha pasado de tener un 21,1% de paro en 1985 al 8% en 2022, pese a todas las crisis sobrevenidas. En 2012 nos encontrábamos afrontando una cuarta revolu