“Relaciones laborales orientadas a la calidad del empleo”
Emilia Málaga, presidenta del Consejo de Relaciones Laborales
- Emilia Málaga
- 07-Mayo-2025

Emilia Málaga, presidenta del Consejo de Relaciones Laborales.
Como cada 1º de Mayo, el calendario nos anima a reflexionar sobre la situación del empleo. No deja de ser llamativo que este año la efeméride coincida con el debate sobre la reducción de jornada, cuando precisamente surgió para recordar a los mártires de Chicago, cuyas reivindicaciones laborales -fundamentalmente la jornada laboral de ocho horas- llevaron a iniciar una huelga el 1 de mayo de 1886, huelga que culminó con los trágicos sucesos de Haymarket.
De aquella reivindicación de lo que supondría la jornada de 40 horas semanales hemos pasado a la reivindicación de las 37,5. Qué pasará con ella está por ver, aunque de momento, a ojos del foco público al menos, pareciera que el acuerdo no está precisamente al alcance de la mano. Pero lo que subyace en el fondo son las posibilidades de evolución del empleo tal y como lo hemos conocido, dado que mantiene algunas características monolíticas que parecen inmunes a los avances productivos.
Si la incertidumbre se ha convertido en definitoria de nuestro zeitgeist, el empleo no iba a resultar ajeno a ella. Por esto hay tanta discordancia muchas veces entre lo que se anuncia y lo que ocurre. Cualquier recorrido no demasiado exhaustivo por las hemerotecas aflora anuncios en el terreno de lo económico -muchos catastrofistas y ligados a la destrucción de empleo- que afortunadamente no han acabado por materializarse.
Las grandes instituciones económicas autocorrigen sus predicciones una y otra vez, y provocan una cascada hacia abajo que dificulta la toma de decisiones, en no pocos casos porque el debate se ha sustituido por monólogos paralelos que, en lugar de soluciones, solo aportan ruido.
La pregunta sería si, ciento treinta y nueve años después de aquel dramático 1886, estamos en disposición de dar respuesta a los principales retos que plantea el mundo del trabajo. La reducción de jornada es un elemento que, en realidad, forma parte de un puzle mucho más amplio.
Tenemos que ser capaces de construir un modelo de relaciones laborales orientado a la calidad del empleo, entendida como estabilidad laboral y condiciones de trabajo dignas. Un modelo donde se garanticen la cualificación y el aprendizaje permanente como elemento clave de la competitividad y de la sostenibilidad empresarial. Donde se potencie la negociación de las condiciones de trabajo vía extensión -también en contenidos- de la negociación colectiva y que se comprometa por la vía de los hechos en la promoción de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Un modelo que, sobre todo, preserve la salud de trabajadoras y trabajadores. Que, en definitiva, permita desarrollar un proyecto de vida digno. Y que garantice que las generaciones venideras también puedan desarrollarlo.
Probablemente, nada o muy poco de esto se conseguirá si no recuperamos la capacidad de proposición. El análisis y la denuncia deben dotarse también de alternativas que permitan crecimiento económico con justicia social. Y si en la ciencia se avanza en forma de ensayo-error, aquí debemos reconocer que también podemos equivocarnos y que es deseable una revisión permanente de las medidas que se ponen en marcha. Como muestra, las medidas de conciliación: una profusa producción legislativa que ha corregido mínimamente el desigual reparto de las tareas de cuidados en nuestra sociedad. Algo está fallando cuando el resultado de tantas medidas invita tan poco al optimismo. Igual el camino no es por ahí. O más bien sea que no es principalmente por ahí.
A principios de la década pasada, con la crisis de prestigio de las instituciones y la irrupción de movimientos como el 15-M, muchas voces se apresuraron a decretar la muerte de la centralidad del trabajo. Más de 10 años después, es evidente que esta era una visión errónea.
Un estado de bienestar sólido y unos servicios públicos adecuados pasan por lo que la OIT -organización tripartita- llama trabajo decente: “la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para todos/as, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que las y los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan a sus vidas, y la igualdad de trato para mujeres y hombres”. Supongo que esta es la reivindicación que, expresada de distintas formas, escucharemos el próximo 1º de Mayo.