Atravesamos una de las etapas más difíciles de nuestra historia más reciente. La crisis que padecemos –porque todavía hoy seguimos sufriendo sus consecuencias- ha tenido carácter global y su impacto es tal que ha removido los cimientos en los que estaba asentado nuestro estado de bienestar, nuestro modelo de progreso, incluso, el modelo político e institucional. La crisis es social, de desempleo, pobreza y de acuciantes necesidades sociales; es, también, económica y financiera, con cierre de empresas, dificultades de financiación y un grave lastre del endeudamiento y ha afectado profundamente al ámbito político e institucional, con la rémor
Desde la convicción de que hemos tocado el suelo en esta larga crisis, quiero referirme en estas líneas a la disposición y a lo que el CES Vasco puede aportar en la tarea de recuperación que nos aguarda. Una recuperación que será lenta y cuya esperanza se sustenta en la mejora de las expectativas de crecimiento económico y de empleo conocidas, por más que sean débiles y divergentes. Las últimas previsiones del FMI y de la Comisión Europea –que publicamos en el boletín del CES de este mes– apuntan en esta dirección, aunque el FMI mantiene unas expectativas más moderadas (salvo para Reino Unido y EE.UU.) que las de la Comisión Europea. Así,