El terremoto Trump ha empezado a dejarse notar con toda su fuerza. Los sismógrafos registran los movimientos sísmicos cada vez que el presidente norteamericano firma una orden. Y los aranceles, la palabra de moda, están alterando las placas tectónicas de la economía mundial. El proteccionismo de la gran potencia, llevado al extremo, va a provocar más dificultades que beneficios, incluso para sus empresas.
La gran pregunta es qué hacer ahora. El corazón pide que se entre en una espiral de acción-reacción, con un fuego cruzado de aranceles, que provoque que los productos industriales y las materias primas encarezcan sus precios, con el consiguiente incremento de la inflación, y una ralentización del comercio internacional, con la pérdida de posiciones del multilateralismo. ¿Y la cabeza, qué aconseja?
Europa se prepara para “responder con firmeza” en caso de que los anuncios de imposición de tarifas a las exportaciones se concreten. Y los resultados no serían pequeños, ya que el intercambio comercial EE.UU.-Unión Europea asciende a más de 850.000 millones de euros al año. Así, que todo el mundo contiene el aliento.
A la espera de la nueva estrategia industrial que el próximo 26 de febrero presente la Comisión, en nuestro entorno los sectores más directamente afectados (siderurgia, automoción, vitivinícola...) reclaman activar medidas que puedan paliar esta onda proteccionista. En este sentido va el grupo de acción presentado por el lehendakari: diagnóstico, recursos y movilizar capacidades. A ello se juntan los programas de apoyo más tradicionales, como los planes de ayuda a la industria que, entre todas las administraciones, movilizan más de 500 millones de euros. Instrumentos enfocados a acciones alineadas con la estrategia habitual y coyunturales, para solucionar situaciones concretas. Una verdadera encrucijada que, según el camino que se tome, va a definir la evolución de los próximos años.