Nos está tocando vivir un tiempo de incertidumbres, de confusión, de dificultad para entender una realidad cambiante y compleja que se actualiza a golpe de clic y que va dejando antiguo un hecho sorprendente con la llegada de otro aún más sorprendente. Esta sucesión de hechos inesperados nos vuelve a recordar al “cisne negro” del que hablaba Nassim Taleb, pero con una sensación de que estamos asistiendo a una concentración de cisnes de ese color excepcional en nuestro estanque global que nos parecen propios de la ciencia ficción. Hemos sufrido una pandemia que nos ha vuelto a retar como especie, hemos asistido a una invasión militar a las pue
Cuando oímos hablar de innovación disruptiva la vemos asociada a cambios radicales, enfoques revolucionarios o desarrollos tecnológicos, y vinculada con casos icónicos como Uber, Spotify o Netflix. Y si la innovación, y su buscado carácter transformador, cuenta con una alta aceptación, la innovación disruptiva se ve como el “no va más”. Sin embargo, el documento de referencia sobre innovación, el Manual de Oslo (OCDE, EUROSTAT 2018), se inclina por clasificar la innovación en dos tipos, en función de si se centra en los productos/servicios o en los procesos de la organización, y destaca la dificultad de identificar y medir la innovación disru