Una sucesión de fallos bancarios ocurridos a mediados de marzo ha hecho recordar lo sucedido en 2008 y ha despertado los temores a una nueva crisis financiera global. Al colapso de dos bancos californianos, el Silvergate Bank y el Silicon Valley Bank, que llevó a la Administración norteamericana a intervenirlos y desató los miedos en todo el sistema, le siguió la precaria situación del gigante Credit Suisse, después de que el Banco Nacional Saudita anunciara que no iba a inyectar más dinero en la entidad. Ello obligó al regulador suizo a tomar una decisión rápida para contener las repercusiones: la adquisición de Credit Suisse por UBS, proporcionando el Gobierno helvético una garantía para cubrir posibles pérdidas. Y para meter más intranquilidad al sistema financiero, los mercados la tomaban con Deutsche Bank, el mayor banco de Alemania, cuyas acciones llegaron a perder un 14%, aunque finalmente moderaron los recortes hasta el 8,5%. Caídas que arrastraban al resto del sector europeo. El BCE mandó un mensaje de tranquilidad ya que el sector bancario de la zona del euro es resistente porque tiene posiciones sólidas de capital y liquidez, y mantuvo su política de alza de tipos, en una demostración de confianza. Esto es lo que manda la lógica y lo que sería normal que ocurriera, pero los analistas saben que los mercados, a veces, pueden ser ilógicos. Así que se impone la prudencia.
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