"Euskadi en la senda del ahorro y la sostenibilidad"
Iñigo Ansola, director general del Ente Vasco de la Energía
- Iñigo Ansola
- 30-Marzo-2023
Iñigo Ansola, director general del Ente Vasco de la Energía
Europa vive un momento de elevada incertidumbre, también en sus mercados energéticos. Una situación que ha obligado a tomar medidas excepcionales y que ha mostrado la vulnerabilidad que supone una alta dependencia energética exterior para las sociedades industriales. Euskadi ha tomado el pulso a la situación y, gracias a una política energética que durante cuatro décadas ha trabajado la eficiencia energética y la diversificación de fuentes de abastecimiento y su origen, ha podido capear el temporal con un más que aceptable cumplimiento de los objetivos fijados.
El invierno avanza y aunque los peores augurios sobre el suministro de energía no se han cumplido, la labor para contener el consumo de gas natural en todos los sectores ha tenido sus frutos, y Euskadi está alcanzando la cota de ahorro que le correspondía gracias al esfuerzo de la ciudadanía, las industrias y el resto de sectores productivos. Un 7% de ahorro es una cifra muy elevada para una sociedad altamente industrializada y con consumo intensivo. Cabe recordar que Euskadi ha renunciado a producir su propio gas pero no a consumirlo.
La emergencia energética y climática ha puesto de manifiesto la necesidad real de abastecernos cada vez más, y de manera urgente, con fuentes renovables. El objetivo no es otro que cambiar el mix energético, una prioridad no solo para Euskadi sino para el conjunto de Europa. En lo que a nosotros respecta, llevamos 40 años trabajando en este sentido, desde los años 80 cuando la crisis industrial y energética nos condujo a una reconversión integral que ha permitido que, hoy en día, disfrutemos de una mayor diversificación de fuentes y un menor consumo gracias a la labor continua en la mejora de la eficiencia energética. Aun así, queda mucho recorrido para garantizar la sostenibilidad del sistema energético. Necesitamos más que nunca avanzar en un mayor abastecimiento mediante fuentes limpias.
Todo pasa por las tecnologías renovables. La solar y la eólica serían las principales bazas dada su capacidad productiva y de competitividad frente a otras fuentes de energía convencionales. Todas las soluciones tienen cierto impacto, no obstante la más indeseable de las consecuencias sería fruto de no actuar a tiempo. La alternativa no es otra que seguir como estamos, y Euskadi no puede ni debe abandonar la senda de la sostenibilidad para garantizar tanto la calidad de vida actual de la ciudadanía como la de las generaciones venideras. Es por ello muy importante la labor de concienciación sobre la energía y su consumo.
La fotografía actual es de 153 MW eólicos instalados, una cifra aún lejana de los 783 MW objetivo para el año 2030. Una señal positiva de que comienzan a soplar vientos favorables es el interés mostrado por diferentes promotores en la eólica vasca. Nuevos agentes que ya plantean que podemos producir, también en Euskadi, parte de la energía renovable que tanto necesitamos. Un ejemplo de ello es la participación del EVE en Aixeindar, y los avances en la futura implantación de los parques eólicos de Azazeta, Labraza y Laminoria, con un total de 120 MW instalados y una producción renovable anual capaz de abastecer 113.000 hogares alaveses.
Una energía que, además, permite una evolución en el circuito convencional de producción y consumo. El esquema vertical del productor que da un servicio al conjunto consumidores ya no es el único válido, y transitamos hacia otros modelos más participativos en los que la energía es producida por los propios usuarios que contribuyen con su capital en el desarrollo de los proyectos. Esto aplica tanto a la ciudadanía, como vemos en las cada vez más numerosas cooperativas energéticas solares como Ekiola, como a los modelos de implantación de parques eólicos, en los que las personas y las empresas pueden abastecerse directamente.
Por tanto, avanzamos con importantes cambios de paradigma en el sector energético, quizá con un impulso adicional por la inestabilidad geopolítica que, sin ser positiva en sí misma, puede contribuir a impulsar acuerdos y consensos imprescindibles para avanzar en la sostenibilidad de nuestra sociedad.