Europa vive un momento de elevada incertidumbre, también en sus mercados energéticos. Una situación que ha obligado a tomar medidas excepcionales y que ha mostrado la vulnerabilidad que supone una alta dependencia energética exterior para las sociedades industriales. Euskadi ha tomado el pulso a la situación y, gracias a una política energética que durante cuatro décadas ha trabajado la eficiencia energética y la diversificación de fuentes de abastecimiento y su origen, ha podido capear el temporal con un más que aceptable cumplimiento de los objetivos fijados. El invierno avanza y aunque los peores augurios sobre el suministro de energía no
Resulta inevitable arrancar esta reflexión anual mencionando el hecho más destacado acaecido en el año 2020 y que más incidencia ha tenido en la evolución económica y en el sector energético: la pandemia del covid-19. Las repercusiones en la actividad han sido tan relevantes que, sin lugar a dudas, se tardará muchos años en olvidar su impacto y otros tantos en lograr superarlo ya que algunos de sus efectos podrían traspasar la barrera de lo coyuntural, llegando incluso a tener consecuencias estructurales. En efecto, la energía no ha sido ajena a esta convulsión que ha propiciado descensos muy importantes en el consumo energético mundial. La