Casi sin darnos cuenta hemos consumido doce intensos meses y estamos ya en 2024. El ejercicio pasado ha sido especialmente intenso para Estrategia Empresarial, por su 30 aniversario. También para la economía en general y el resto de empresas, por haber estado plagado de condicionantes financieros y geoestratégicos. A la inflación, la escasa velocidad en la distribución de los fondos europeos, la desglobalización, la escasez de materias primas… se sumaron la concatenación de procesos electorales en el Estado, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el conflicto en Ucrania y, para terminar de complicarlo, la guerra en Gaza. Un 2023 que ha sido difícil de gestionar, pero que las empresas vascas han conseguido superar con nota, aunque las precauciones continúan siendo muchas.

Y ahora entramos en el nuevo año con las mismas, cuando no nuevas, incertidumbres, y con importantes retos por delante. Lo más cercano en el tiempo es ver si el terrible conflicto en Oriente Medio se extiende y tiene su reflejo en el comercio mundial. Un posible cierre del Mar Rojo y el Canal de Suez por los ataques a barcos mercantes sería un nuevo golpe al comercio mundial. Esta situación podría acentuar la tendencia a la desaceleración que las economías occidentales están ya contemplando.

En este contexto tan volátil, contar con unos presupuestos aprobados es importante, algo que ha sucedido en Euskadi. Unas cuentas ambiciosas que buscan consolidar el crecimiento y mantener los apoyos al tejido productivo para que pueda seguir siendo competitivo en este escenario global. Al tiempo que buscan mantener los estándares de cohesión y bienestar social de nuestra ciudadanía. Algo que en el caso del Estado está en vías de consecución, aunque el trámite se puede extender hasta el próximo mes de marzo. De ahí su importancia, porque además este 2024 vuelve a ser un año electoral, tanto en nuestro entorno más cercano, como a nivel europeo, y estos procesos suelen tensionar y dificultar los consensos.