El pasado 27 de octubre, se cumplieron 40 años de la aprobación por el Parlamento Vasco de la primera Ley sobre Entidades de Previsión Social Voluntaria (EPSV). Durante estas cuatro décadas, ha habido más luces que sombras. Entre las primeras podemos destacar: la consolidación de Lagunaro, EPSV, la creación de una EPSV sectorial como Geroa, la extensión al sector público: Elkarkidetza e Itzarri, la proliferación de EPSV ligadas a empresas y el nacimiento de EPSV promovidas por Entidades financieras tanto para sus personas trabajadoras como para la ciudadanía en general (EPSV individuales). 

Asimismo, destaca el compromiso de las EPSV con sus personas asociadas y beneficiarias (en los 20 últimos años las EPSV federadas han abonado más de 16.000 millones de euros), sin olvidar su entorno (a 31 de diciembre del 2022, las EPSV tenían invertido en el País Vasco el 5,72% de su patrimonio, es decir, más de 1.500 millones de euros).
No obstante, este modelo, tildado como “experiencia de éxito”, da muestras de cierto agotamiento y adolece de determinadas carencias: la aportación media no es suficiente, el número de personas asociadas no aumenta, el patrimonio es muy importante (más del 31% del PIB), pero, aun muy alejado de los países punteros con ratios del 50% al 210% del PIB y, además, existe una dispar implantación territorial y se ofrece un desigual nivel de protección en función de la EPSV.

Ante este panorama, sería conveniente que, de una manera coordinada, se arbitrasen iniciativas dirigidas a conseguir la necesaria revitalización del sistema, entre las que, a mi juicio, se encontrarían las siguientes:
• El reconocimiento del papel de las EPSV como instrumento integrante del sistema de protección social de Euskadi.
• La generalización de la previsión social complementaria en Euskadi y
• La revisión del marco jurídico sustantivo y tributario sobre EPSV.

Resulta evidente que el mundo de las pensiones está cambiando y que es más que probable, que, para disponer de una pensión digna, deberá ser apoyada, como ocurre en Europa, por una prestación complementaria. 

Por ello, el principal reto de las EPSV al día de hoy sería complementar el sistema público de una manera adecuada y suficiente, lo que pasaría por adoptar una serie de medidas dirigidas a generalizarlo a corto plazo, llegando al 70% de su población activa, con el fin de procurar un grado de cobertura que permitiera alcanzar el 20% del salario final y así mantener nuestra calidad de vida una vez que nos jubilemos.