GUÍA DE LA INNOVACIÓN EN EL PAÍS VASCO 2023 La innovación, como la cumbre más alta, se ataca con propósito, audacia y en equipo

Un experto escalador, una investigadora de enfermedades raras y el director de B Accelerator Tower coinciden en la necesidad de asumir riesgos para lograr avances

Eriz Sainz Gurtubay, Virginia Arechavala y Juanjo San Sebastián.

Euskadi es un país montañoso, con una gran afición por el alpinismo, e innovador, considerado “polo de excelencia” por la Comisión Europea. Tanto escalar altas montañas como innovar con perspectivas de éxito exigen formación, talento, preparación, audacia, capacidad para afrontar la adversidad y, sobre todo, valores y trabajo en equipo, según coincidieron los participantes en la mesa redonda organizada por ESTRATEGIA EMPRESARIAL para poner en común su relación con la innovación desde ópticas, actividades, trayectorias y experiencias diversas. En el encuentro tomaron parte Virginia Arechavala, investigadora Ikerbasque y coordinadora del grupo de Terapias de Ácidos Nucleicos para Enfermedades Raras en el Instituto de Investigación de Salud Biobizkaia; Eriz Sainz Gurtubay, director de BAT B Accelerator Tower y experto en competitividad territorial y emprendimiento, y el escalador Juanjo San Sebastián, uno de los ochomilistas más importantes de la década de los 80 y los 90 del pasado siglo.

Crear, evolucionar, buscar soluciones a problemas de la humanidad, incluida la cura de enfermedades, mejorar la vida diaria de las personas, emprender, abrir nuevas vías en la alta montaña... en definitiva, innovar, no es tarea sencilla y depende de múltiples factores. Y exige asumir riesgos, un peaje que reconocen los participantes en la mesa redonda organizada por ESTRATEGIA EMPRESARIAL con motivo de la publicación de la Guía de la Innovación 2023, celebrada en las instalaciones de BAT B Accelerator Tower de Bilbao. Su director, y anfitrión del encuentro, Eriz Sainz, considera que “asumir un riesgo es una consecuencia y no una característica principal de la innovación”, que entiende como “aquello que genera un cambio, en el modelo de negocio, en la coyuntura o en el proceso”. Para Sainz también es relevante a la hora de caracterizar la innovación, “la salida y la acogida que tiene en el mercado en ese momento y su exponencialidad”.

Virginia Arechavala
Investigadora Ikerbasque en Biobizkaia
“Aprendemos un montón de lo que llamamos resultados negativos porque necesitamos saber cuáles son los caminos que no hay que seguir”

En opinión de Virginia Arechavala, que tras trabajar 14 años en Reino Unido regresó a Euskadi para seguir investigando en Biobizkaia el tratamiento de enfermedades raras por medio de terapias de ARN, ”si no sales un poco de tu zona de confort, si no dejas de hacer lo que siempre estabas haciendo, es muy difícil que avances”. Su relación con el riesgo puede alcanzar la categoría de dilema, teniendo en cuenta que de las investigaciones sobre nuevos medicamentos que lleva a cabo con su equipo de Biobizkaia depende la vida de personas que no ven aún solución a sus graves dolencias para las que a día de hoy no existe cura y, en ocasiones, ni siquiera diagnóstico. Porque los ensayos clínicos se hacen con personas y, como apunta Arechavala, “pueden funcionar o no”. Sin embargo, para la investigadora, “los dos resultados son válidos y de los dos se aprende”. 

Pero para situaciones de riesgo, a las que se ha enfrentado y tenido que superar en las montañas más altas del mundo, el ochomilista bilbaíno Juanjo San Sebastián, que se inició en la escalada a los 16 años, en una época en la que el GPS, los tejidos gore-tex, los teléfonos móviles y las predicciones meteorológicas exactas brillaban por su ausencia. En una de sus primeras ascensiones al monte Cervino, por su cara norte, experimentó una de esas sensaciones que el define como “de terror”, no solo por la dificultad de la aventura sino por la falta de experiencia y el miedo a lo desconocido. En aquel momento, echó de menos, en sus propias palabras, “ser un montañero más experto para no pasar tanto miedo”. Para añadir a continuación que “luego descubres que eso es imposible. Siempre que te metas en un lío gordo vas a pasar miedo y entonces asocias esa sensación de miedo e incertidumbre, de no saber si vas a llegar o no, a algo inevitable dentro de lo que tiene que ver con las cosas que importan”. 

Queda claro que asumir riesgos, con más o menos matices, forma parte intrínseca de la innovación. Pero, ¿a qué obstáculos se enfrenta la innovación? Virginia Arechavala, que durante su doctorado en King’s College London estudió las mutaciones que causan la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), sitúa como uno de los principales “el exceso de burocracia”. En su opinión, “se ha ido a un sistema en el que nadie quiere tomar responsabilidad de nada, con lo cual lo mejor es tener un papel firmado 30 veces por suficiente gente para evitar que, si algo va mal, alguien sea responsable”. Para la investigadora Ikerbasque, “eliminando buena parte de la burocracia que tenemos ahora mismo, en investigación podríamos mejorar el rendimiento muchos tantos por ciento”.

Tras mostrarse firme partidario de la innovación abierta y la colaboración entre los diferentes agentes involucrados en la misma, Eriz Sainz ve un amplio camino por recorrer en el apartado de transferencia de las investigaciones al mercado. Como ejemplo, contempla con buenos ojos “los incentivos que existen en otros países como EE.UU. o Israel para que los investigadores tengan un acompañamiento en los proyectos cuando salen al mercado”. “Muchas veces falta un CEO que lleve esas iniciativas al mercado, que plantee un plan de trabajo que sea viable y sostenible”, añade. En el caso de Euskadi, el director de BAT, experto en competitividad territorial, desarrollo económico y emprendimiento e innovación en PwC, cree que, además, se ha perdido un poco “el apetito” por innovar, pero también por emprender e invertir, sobre todo en las primeras etapas empresariales.

Juanjo San Sebastián
Alpinista
“Me sobran los relojes y echo en falta la educación en valores de una sociedad que sepa distinguir y ser conscientede que es mucho másimportante cómo haces las cosas que qué cosas haces, por lo menos 
en la montaña”

La dictadura del tiempo también puede representar un hándicap a la hora de acometer desafíos. Juanjo San Sebastián, por ejemplo, es tajante: “en la montaña sobran los relojes”. Critica, en este sentido, los récords basados en el tiempo, como el conseguido por una alpinista noruega que logró ascender a los 14 ochomiles del planeta en tan solo tres meses, cuando Reinhold Messner, leyenda viva del himalayismo, tardó 16 años en completar la gesta sin utilizar oxígeno. “Ha habido una perversión impresionante del concepto que tiene que ver con el reloj”, afirma San Sebastián, quien fuera miembro habitual del equipo del programa ‘Al filo de lo imposible’ de Televisión Española. “Echo en falta la educación en valores de una sociedad que sepa distinguir y ser consciente de que es mucho más importante cómo haces las cosas que qué cosas haces, por lo menos en la montaña”, añade el escalador, que también fue director técnico de la primera escuela de guías de alta montaña que se creó en el Estado. “Al final, el propósito y los objetivos son lo más importante, también en la parte laboral, donde en ocasiones se busca el cronómetro sin pensar en los fines que deben cumplirse”, comparte Eriz Sainz, que es testigo del movimiento diario de más de 650 personas que trabajan en las 73 startups y 41 corporaciones que alberga la Torre BAT, convertido un año después de su apertura en un referente para el ecosistema de emprendimiento e innovación de Bizkaia y Euskadi.

Aprender del fracaso
Además del valor que se le da al tiempo, Virginia Arechavala pone sobre la mesa el que se concede, aplicando en su caso a la investigación biosanitaria, a “los resultados que llamamos negativos” o a “esos experimentos que no salieron como deseábamos”. Frente a los casos de éxito, -aquellos que aparecen en las portadas de revistas como ‘Nature’ o ‘Science’, y que suponen un gran prestigio para sus autores-, Arechavala reivindica el derecho al error. “Aprendemos un montón de ello, porque necesitamos saber cuáles son los caminos que no hay que seguir, y a eso no le damos ninguna importancia”, afirma.

Por ello, critica el afán desmedido en su profesión por ganar puntos en el currículum a través de publicar en revistas especializadas, o del registro de patentes, que muchas veces lleva a la frustración y a no perseverar, “sobre todo si tienes un tiempo limitado por estar sujeto a un contrato temporal”. En el caso de Osakidetza, considera insuficiente el compromiso con la investigación, en buena medida debido, en su opinión, “a la falta de incentivos y a la baja puntuación que aporta a la carrera profesional médica”. También lamenta el corto recorrido de muchos trabajos, que “se acaban quedando en un cajón”, y el escaso número de startups nacidas en el seno del sector público, incluida la universidad. “Yo quiero que mi labor no se quede en un cajón, quiero que llegue a los pacientes”, afirma Arechavala, cuyo campo de investigación son las terapias de ácidos nucleicos y su idoneidad para el tratamiento de diversas enfermedades. 

Lo último de lo último
Sobre las últimas innovaciones más relevantes de cada uno en sus áreas de actividad, Eriz Sainz destaca las tecnologías cuánticas, que, expone, “nos van a dar una enorme potencia de cálculo y facilitar una nueva forma de trabajar y producir”. Un avance, añade, “no exento de riesgos, sobre todo en materia de seguridad y privacidad”. Por ello, el director de BAT cree obligado “implantar buenas prácticas a lo largo de la transferencia de investigación al mercado”. 

Virginia Arechavala destaca como uno de los principales avances la medicina personalizada, traducida en “el desarrollo de medicamentos para un solo paciente”, poniendo como ejemplo el mediático caso de Mila Makovec, una niña de Estados Unidos diagnosticada con la enfermedad de Batten, un trastorno del sistema nervioso extremadamente raro. En menos de un año, los médicos del Hospital Infantil de Boston crearon un fármaco hecho a medida que logró corregir los errores de su ADN. “Evidentemente, eran unos investigadores con unos recursos importantes, porque eso cuesta dinero, tiempo y mucha gente trabajando”, subraya Arechavala, que recuerda que existen más de 7.000 enfermedades raras distintas. Para la investigadora vasca, “es una historia impresionante porque empezó con un post en Facebook de una madre diciendo 'no sé qué tiene mi hija, ¿alguien me puede secuenciar el gen?’, que es como buscar qué es lo que está mal, y en unos meses se había encontrado la mutación”. Aunque la joven Makovec acabó falleciendo, logró una mejora de su dolencia y abrió una puerta a la esperanza de miles de personas afectadas por enfermedades raras y a investigadoras como Arechavala a preguntarse “¿por qué no podemos hacerlo?”

En este sentido, la enfermedad del covid-19 ha supuesto el “descubrimiento” de la eficacia del ARN (ácido ribonucleico), -“el hermano tonto del ADN”, bromea la investigadora Ikerbasque-, para combatir patologías hasta ahora intratables. “La innovación en ácidos nucleicos avanza a una velocidad de vértigo”, asegura Arechavala. Y, por supuesto, la secuenciación genómica, que con el paso del tiempo se ha abaratado considerablemente. “En el primer borrador del proyecto Genoma Humano, en el año 2000, se secuenció a una persona y se invirtieron unos 8.000 millones de dólares y ahora el precio de una secuenciación masiva está en torno a los 200 euros”, señala la investigadora, quien apunta, además, una profesión de futuro: la de bioinformático, “esa persona que tiene un conocimiento biológico, pero que también sabe analizar y estructurar los datos de una manera lógica, que es lo que les da mayor valor”.
Y, por eso, añade, “cada vez hay más físicos y matemáticos trabajando en investigación biomédica”. En el complejo viaje por el metabolismo humano, el análisis computacional es fundamental, según Arechavala, para analizar, desde la informática, la composición y las interacciones entre células, proteínas y proteomas, que forman, según la investigadora, “una pequeña ciudad con sus movimientos de un lado a otro y sus interruptores de on/off por todos lados”. 

Datos e inteligencia artificial

Eriz Sainz Gurtubay, 
Director de BAT 
“Muchas veces falta un CEO que lleve las iniciativas innovadoras al mercado, que plantee un plan de trabajo que sea viable y sostenible”

Si la economía del dato ha adquirido una importancia creciente en el mundo empresarial y tecnológico en los últimos años, la inteligencia artificial no le va a la zaga. Para Eriz Sainz es fundamental que “no nos deshumanice, sino que al final tenga un propósito y que lo orientemos a fomentar las capacidades que tenemos”. Alerta, en este sentido, de que “hay mucha gente a la que le gustan los atajos a lo largo del trabajo que tienen que hacer”. Peligros que han sido abordados, precisamente, en la primera cumbre mundial sobre el desafío de la inteligencia artificial, celebrada en Londres, donde algún experto ha avisado de que “estamos jugando con la tecnología como un niño juega con una bomba”.

Desde una perspectiva menos tecnológica y científica, Juanjo San Sebastián recuerda la primera vez que oyó hablar de las cámaras hiperbáricas, que acompañaban a algunas expediciones de alta montaña, junto a otro sofisticado equipamiento. “Quizá con una cámara hiperbárica hubiésemos podido salvar a más de uno que se nos ha muerto en altura”, reflexiona el montañero vizcaíno, que también ejerció de sanitario (aún le conocen como “doctor San” en una zona del Baltistán pakistaní) así como de operador de cámara de altura, cuando los equipos necesitaban baterías de hasta un kilo de peso, en muchas de las expediciones que integró. Valora como las principales innovaciones en la alta montaña, que en su caso suponen salvar vidas, la tecnología que aporta información meteorológica precisa y los helicópteros. En este último caso, por su eficacia a la hora de llevar a cabo rescates, no por la utilización caprichosa que hacen de los mismos algunos alpinistas, normalmente millonarios, para acercarse lo máximo posible y hollar la cima de montañas como el Everest, cuya masificación en los últimos tiempos el montañero vizcaíno lamenta.
A la hora de comparar las capacidades innovadoras de Euskadi con las que pueden darse en otros países de nuestro entorno, los participantes en la charla rehuyen cualquier atisbo de complacencia. Aunque el aceptable posicionamiento es real, ahí están los positivos datos del último Panel europeo de indicadores de Innovación (EIS) para corroborarlo, Arechavala apunta, por ejemplo, que “nos falta una apuesta importante por el talento, pero no solo en palabras sino en hechos y en presupuestos”, una asignatura pendiente que cita también Eriz Sainz. Desde su experiencia en expediciones internacionales por los cinco continentes, Juanjo San Sebastián es el más crítico. “Hay un montón de gente que se cree que los vascos molamos mucho pero es mentira”, afirma. En el caso concreto de la disciplina que domina, el escalador bilbaíno sostiene que “hay muy pocos que hacen de verdad un alpinismo comprometido y de calidad”. 

LA MOCHILA

Virginia Arechavala cita: 

1. Ilusión, convencida de que “si no haces estas cosas con ilusión, no llegas a ninguna parte” y de que “tienes que pensar que puedes hacerlo y que puedes cambiar algo”.
2. Resiliencia.
3. Un equipo, o una comunidad, que
“te acompañe en la misión” porque,
considera, “sola no puedes hacer nada”. 

LA MOCHILA

Juanjo San Sebastián responde:

1. Audacia, entendida 
con responsabilidad.
2. Formación.
3. Capacidad de afrontar la adversidad, a las que suma “la solidaridad”, una virtud que cobra mayor valor en situaciones difíciles como las que se dan habitualmente en la alta montaña. 

LA MOCHILA

Eriz Sainz considera que esa mochila simbólica debería incluir:

1. El factor de oportunidad, entendido como ”la orientación de la innovación hacia algo que luego tenga sentido y recorrido”.
2. Talento.
3. Propósito o valores. Lo completa destacando la importancia de “que todo tenga su encaje, no solo en un mercado, y recorrido a medio y largo plazo, para lo cuál es necesario contar con la gente adecuada para recorrer ese camino con sentido”.

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