“La gestión de residuos en Euskadi: la necesidad de convertir utopía en realidad”

Xabier Caño, presidente de Aclima

Xabier Caño, presidente de Aclima

Si echamos la vista atrás en el tiempo, apenas unas décadas, es fácil encontrar en la historia reciente de Euskadi ejemplos concretos de transformaciones profundas, no sólo tangibles y materiales, como las que se han dado en la reconversión de nuestras ciudades y su economía, sino también en la evolución de las preocupaciones de la ciudadanía que, por ejemplo, en estos momentos, refleja la adaptación al cambio climático como una de las principales.

Así, siguiendo este dictamen social, nuestras instituciones públicas están promoviendo la neutralidad climática de nuestro territorio, siendo pioneros y ambiciosos en la adquisición de compromisos que, en ocasiones, han ido más allá de los hitos de descarbonización y circularidad marcados por el Pacto Verde Europeo. Claros ejemplos son la Ley de Transición Energética y Cambio Climático o, el Plan de Prevención y Gestión de Residuos de Euskadi 2030 en el que, por ejemplo, se establece que para ese mismo año valoricemos el 85% de los residuos no peligrosos generados.

Establecemos objetivos, dibujamos hojas de ruta y marcamos hitos, pero necesitamos concretar realidades. Las estadísticas actuales sobre generación de residuos en Euskadi y su tasa de reciclado nos deberían apremiar en el desarrollo de nuevas infraestructuras de gestión y valorización de residuos, ya que no hay otra alternativa si queremos que los ambiciosos objetivos que nos hemos marcado se hagan realidad y no se queden en una utopía.

Tanto empresas como administraciones públicas debemos transmitir a los ciudadanos que este tipo de instalaciones tienen un claro interés público, que cuentan con las más avanzadas tecnologías y estrictos procedimientos y medidas de seguridad y que, ante todo, deben estar por encima del interés particular, ya que son indispensables para el desarrollo sostenible de Euskadi.

Un sector industrial avanzado y fuerte se traduce en sociedades con niveles más altos de bienestar económico y, por ende, con niveles más altos de bienestar social. La industria representa el 22% del PIB de nuestro territorio y es responsabilidad de todos seguir ofreciendo un marco de desarrollo económico que promueva empresas competitivas garantizando empleo de calidad y recursos para la pervivencia de los servicios públicos. En este contexto, la sostenibilidad ambiental ya no es una opción, tampoco una obligación impuesta por terceros, es la única manera de garantizar la competitividad de un sector económico y productivo que actualmente depende en gran medida de recursos finitos.

El sector ambiental vasco está preparado y sobradamente motivado para acompañar a nuestra industria en su apuesta decidida por transicionar a un modelo circular, integrando la variable ambiental en sus procesos productivos para la eficiencia y eficacia en el uso de recursos y la innovación en procesos y productos más sostenibles. Y no solo en el uso de la energía, sino también en la circularidad de los materiales, para lo que una gestión de residuos avanzada es una de las principales claves para lograr los objetivos de neutralidad climática en 2050.

La necesidad de ofrecer nuevas soluciones que impulsen el acceso de nuestra industria a materias primas recicladas es imperativo para convertirla no solo en más sostenible sino también en más resiliente y competitiva. Las tecnologías existen y las empresas del sector medioambiental de Euskadi son pioneras y referentes en el desarrollo de productos y servicios de carácter avanzado en la monitorización, gestión y valorización de todo tipo de residuos. Siendo ejemplo de ello el esfuerzo inversor en materia de I+D+i de los asociados de Aclima con un crecimiento interanual del 8% el pasado año 2023.

Las oportunidades derivadas del desarrollo de nuevas infraestructuras de gestión y valorización de residuos en Euskadi son numerosas y están ante nosotros. Suministrando a la industria materias primas recicladas, minimizamos el impacto ambiental de los residuos, así como los derivados del transporte a través de la gestión de proximidad, contribuyendo no solo a la transición ecológica sino también al crecimiento de la economía y a la generación de empleo de calidad.

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