"El vaso medio lleno"
Tomás Arrieta, presidente del Consejo de Relaciones Laborales de Euskadi
- Tomás Arrieta
- 23-Enero-2023
Tomás Arrieta, presidente del Consejo de Relaciones Laborales de Euskadi Foto: CRL
Despedimos 2022, un año convulso y ciertamente complejo en muchos aspectos, obviamente también en lo que se refiere a la situación socioeconómica, con una sensación en cierto modo contradictoria. En los primeros meses del año, cuando teníamos ya controlada la pandemia del coronavirus y prácticamente todas las previsiones apuntaban a una recuperación relativamente rápida y sobre todo sólida, irrumpieron en nuestro horizonte inmediato amenazas que parecían propias del pasado y dábamos por superadas: una guerra en el este de Europa, por la invasión injustificable de Ucrania por parte de Rusia, y una inflación desbocada que llegó a superar los dos dígitos en términos interanuales.
Un panorama así, auguraba, según casi todos los análisis, un futuro inmediato sombrío con un horizonte de desaceleración económica muy significativo, cuando no una recesión, y un alto grado de conflictividad, sobre todo a partir del verano (el tantas veces nombrado otoño caliente) por el bloqueo de los procesos de negociación colectiva.
Sin embargo, ninguna de estas amenazas se ha materializado finalmente. Al menos, con la intensidad que temíamos. Es cierto que el crecimiento se ha desacelerado, pero se mantiene en valores significativos (las últimas previsiones lo sitúan por encima del 4% del PIB a finales de 2022); también lo es que el ritmo de renovación de los convenios colectivos ha disminuido moderadamente con respecto a los años inmediatamente anteriores (aunque claramente menos de lo previsto, con un porcentaje de convenios renovados que roza el 45%) y, por último, es un dato objetivo que la conflictividad ha repuntado, aunque tampoco en los niveles que se esperaban.
No se trata de la vieja dialéctica entre el vaso medio lleno o medio vacío, pero sí, en mi opinión al menos, de equilibrar la mirada. Sin caer en autocomplacencias que ocultan la realidad, pero tampoco en catastrofismos que la falsean, parece innegable que la negociación colectiva en su conjunto ha resistido de manera razonable estas amenazas y ha sabido resolver (ciertamente, no en todos los sectores y ámbitos) los desafíos asociados al crecimiento acelerado de precios y al contexto de incertidumbre económica.
Es igualmente incuestionable que el empleo se ha comportado a lo largo del año de manera positiva. Los datos cuantitativos, con un crecimiento de la afiliación que nos sitúa muy cerca del millón de personas ocupadas y una tasa de paro ligeramente por debajo del 8%, según los últimos registros, así lo muestran. Es preciso destacar igualmente un incremento notable en la estabilidad laboral, en buena medida producto de las últimas reformas legales, pero también, en mi opinión al menos, consecuencia de una evolución, lenta pero constante, hacia un modelo productivo que precisa de personas cualificadas y comprometidas, lo que es incompatible con un contexto de precariedad laboral. En este sentido, la serie histórica en materia de contratación laboral mostraba ya, antes de la modificación del Estatuto de los Trabajadores, una tendencia clara hacia el aumento de los contratos indefinidos.
Se ha repetido en muchas ocasiones, pero es preciso reiterarlo una y otra vez, que un empleo estable y unas condiciones dignas de trabajo constituyen el eje principal de una sociedad eficiente, más cohesionada y, por tanto, más equitativa. Sin duda, queda mucho por hacer, y quizá el primer paso sea tratar de conseguir que estas tendencias se consoliden y pasen a ser un rasgo estructural de nuestro modelo social y económico. Esto requiere mantener y generar buen empleo. Y la receta para ello es, probablemente, tan sencilla de formular como difícil de cumplir: una economía basada en un crecimiento sano, unas reglas legales y convencionales que protejan los derechos de las personas haciéndolos compatibles con las exigencias de competitividad y flexibilidad de las empresas, y una negociación colectiva que actúe como elemento primario de reparto de la riqueza. No se trata de empezar el año con una simple carta al Olentzero, o los Reyes Magos, que acaban de visitarnos, sino de formular algunas de las líneas maestras desde las que deberíamos afrontar nuestro futuro, porque, como dijo un conocido experto del ‘management’ empresarial, la mejor manera de predecir el futuro es creándolo.