"Descarbonización y competitividad"

Emilio Hidalgo Pérez, responsable de Energía y Medio Ambiente en Sidenor

Emilio Hidalgo Pérez, responsable de Energía y Medio Ambiente en Sidenor Foto: Sidenor

Las motivaciones que han llevado a las empresas a adoptar estrategias de descarbonización han ido cambiando a lo largo del tiempo. 

Los primeros pasos, fundamentalmente acciones enfocadas a mejora de la imagen,  se dieron cuando la sostenibilidad empezó a ganar peso como criterio de evaluación reputacional.

Posteriormente, los medios asignados y el impacto de las acciones fueron creciendo según aumentaba la presión regulatoria. Se abordaron grandes inversiones en material ambiental, se aprendió que la tonelada de CO2 tenía un valor que podía ser gasto o ingreso dependiendo del desempeño, y “sorprendió” el ver incrementarse la factura eléctrica debido a los costes indirectos del CO2

En este punto, las empresas más afectadas por las nuevas políticas climáticas, incorporaron una gestión activa y ordenada de la descarbonización como elemento de competitividad. Se amplió el horizonte de trabajo al medio plazo y los esfuerzos se centraron en eficiencias de procesos para reducir las emisiones directas y las indirectas asociadas al consumo eléctrico.

En diciembre de 2019 los líderes comunitarios acordaron trabajar para que la UE fuese climáticamente neutra en el año 2050. Desde entonces, las medidas legislativas y planes que se han ido adoptando son la respuesta a un interés social que también se traslada a los hábitos de consumo, en definitiva a los criterios de compra. Y es en este momento cuando se produce el cambio más relevante.

En ese contexto, los fabricantes de bienes finales entendieron que un mejor desempeño ambiental de sus productos es una ventaja competitiva, y trasladaron esta necesidad a toda su cadena de suministro.

Es entonces cuando la descarbonización deja de ser un asunto exclusivo del comportamiento ambiental en las fábricas y pasa a centrarse en el desempeño ambiental del producto a lo largo de todo su ciclo de vida. A la eficiencia en costes se une la oportunidad de diversificar, aumentar cuotas de mercado o mejorar el acceso a financiación. 

Abordar todos estos retos requiere de cambios muy profundos, de ahí la necesidad de tener estrategias de descarbonización que incorporen diferentes horizontes temporales, que sean trasversales a la organización  en su definición e implantación y que estén lideradas por la alta dirección.

El contexto en el que las mayorías de las compañías desarrollaron sus estrategias de descarbonización es muy diferente al actual. La crisis energética que estamos viviendo trae un panorama muy sombrío sobre el tejido industrial nacional. 

Por tanto, que podamos continuar con la implantación de las medidas previstas, dependerá de la rapidez y contundencia de las medidas que se tomen desde Europa y desde los Gobiernos nacionales. 

El cierre de empresas dentro de nuestro territorio y su deslocalización a países menos exigentes en medidas de protección ambiental no es una buena noticia para la lucha contra el cambio climático. Recordemos que el efecto invernadero es un fenómeno global.

 

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