Las motivaciones que han llevado a las empresas a adoptar estrategias de descarbonización han ido cambiando a lo largo del tiempo. Los primeros pasos, fundamentalmente acciones enfocadas a mejora de la imagen, se dieron cuando la sostenibilidad empezó a ganar peso como criterio de evaluación reputacional. Posteriormente, los medios asignados y el impacto de las acciones fueron creciendo según aumentaba la presión regulatoria. Se abordaron grandes inversiones en material ambiental, se aprendió que la tonelada de CO2 tenía un valor que podía ser gasto o ingreso dependiendo del desempeño, y “sorprendió” el ver incrementarse la factura eléctr
Nuestro entorno está en continuo cambio, y de la capacidad de adaptación que tenga cada empresa dependerá su éxito futuro. En la actualidad, uno de los principales drivers de trasformación es la creciente conciencia ambiental, acompañada también de políticas más exigentes, nuevos modelos de consumo, y en definitiva, de la modificación de los mercados y medios de producción tradicionales. Un buen ejemplo de esta necesidad de aunar crecimiento económico, social y ambiental, fue la aprobación de la ONU de la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, que incluía 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Dentro de este proceso de adaptación