Se han terminado las especulaciones y se han despejado las incógnitas. El próximo 21 de abril los vascos y las vascas acudiremos a las urnas. Se cierra así el ciclo del lehendakari Iñigo Urkullu en Ajuria Enea, que ha estado al frente del Gobierno vasco 12 años. Desde diciembre de 2012 ha dirigido diferentes ejecutivos, tanto en minoría como en coalición, que han mantenido el modelo vasco de desarrollo humano sostenible. Una forma de entender la acción pública como forma de garantizar y mejorar el bienestar de la sociedad, desde la base de una economía fundamentalmente industrial, desarrollando políticas anticíclicas.

Algo que se ha podido constatar especialmente en este último periodo. El calificativo de histórico o histórica se suele repartir con demasiada frecuencia, pero no se yerra si se aplica a la XII Legislatura. Comenzó atravesada por una desconocida pandemia mundial, con unas consecuencias que aún arrastramos. Continuó con cambios estructurales en las relaciones comerciales mundiales y problemas de suministros. Y para rematar lo excepcional del periodo, se inició una guerra a las puertas de Europa, con la invasión rusa de Ucrania, y se cierra con un conflicto armado en el Oriente 
Próximo que puede desestabilizar toda esa zona.

A todo esto, además de los problemas y demandas ‘normales’, ha tenido que hacer frente el Ejecutivo del lehendakari Urkullu. Cuando se sabe de la dificultad de acertar con las respuestas a cuestiones cada vez más complicadas, que tienen diferentes aristas, protagonistas y afectados; cuando están tan en boga las recetas simples y populistas para situaciones complejas; cuando la incertidumbre domina el entorno en el que se desarrollan las actividades sociales y económicas, es de agradecer que nuestros responsables institucionales se acerquen a la realidad con realismo, precisamente, sin falsas promesas. Con sus dudas, pero con medidas sensatas, que no hipotecan a los próximos en el cargo. Y con sus aciertos y errores, porque solo se equivoca quien toma decisiones.