La adhesión a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU está de moda actualmente, tanto en las organizaciones empresariales, como sociales y políticas. Su inclusión en las agendas se ha convertido en la constatación de una forma de hacer las cosas. Una especie de sello de calidad. Pero si antes hablábamos de moda, tenemos que puntualizar que, en el caso vasco, eso no es así. Con esa denominación o con otras, la actividad empresarial e institucional se ha caracterizado por tener metas compartidas y no contrapuestas: un crecimiento económico sostenible, un proyecto empresarial rentable, con la persona en el centro y con el compromiso social como un elemento más de la gestión. Y de esto tenemos muchos ejemplos, empezando por el artículo que en esta misma página firma José Antonio Garrido. Pasando por la intervención que el lehendakari ha tenido estos días en Nueva York para presentar la experiencia de Euskadi en la Agenda 2030 y en la implementación de los ODS, por su carácter pionero. O por lo acertado de vincular el movimiento cooperativista vasco a los ODS en la jornada de reconocimiento a las cooperativas. O por el Premio Empresa y Sociedad. José Ignacio Arrieta, que este periódico ha organizado y que entregaremos el próximo 23 de septiembre. Como comprobamos, los ejemplos son múltiples y no son una moda o flor de un día. Está en nuestro ADN.