Se acaban de conocer los últimos datos de evolución del PIB, relativos al tercer trimestre del año. Unas cifras que confirman una cierta desaceleración del ritmo de crecimiento de la economía vasca. Algo que ya contemplaban los responsables institucionales, aseguran. Aunque al común de los mortales este crecimiento del 2,6%, tres décimas inferior al trimestre anterior, nos genera un cierto desasosiego, porque son ya dos trimestres consecutivos de menor crecimiento. Una pérdida de tono que, seguramente, no se debe a motivos propios y sí a causas o factores externos, como la inestabilidad que se crea con el Brexit, los presupuestos en Italia, los aranceles de Trump, el avance de los populismos, etc. Un entorno más inestable que, al final, acaba afectando, especialmente a nuestro sector industrial. Algo que también se está reflejando en las exportaciones, que en agosto cayeron más de un 3%. Esperemos que sea un episodio puntual, porque en el conjunto del año han crecido un 9%. Frente a ello, la recaudación fiscal va de récord, los servicios evolucionan positivamente y el empleo se recupera, lo mismo que las inversiones. En definitiva, parece que se cumple el guión que anticipaba una suave desaceleración desde crecimientos del 3% al entorno del 2%. El horizonte no aparece totalmente despejado y se vislumbra alguna pequeña nube.