Los fondos Next Generation EU se esperaban como un maná que viniera a paliar, de alguna manera, los estragos económicos y sociales que ha dejado la pandemia. Se esperaba mucho, quizás hasta demasiado. Al Estado le corresponden 69.000 millones de euros en transferencias y algo más de 70.000 en créditos. Mucho dinero y una muy buena oportunidad para transformar y modernizar la economía española. Pero empresas y administraciones se están encontrando con varios problemas a la hora de llegar a esos fondos. Por un lado, muchos de esos recursos se están utilizando para ‘engordar’ programas ya en activo con mayores dotaciones, algo que está bien porque las ayudas llegarán a más destinatarios, aunque reforzar programas activos no casa con el carácter transformador de estos fondos. Otro problema es que se están poniendo en marcha iniciativas transformadoras que pueden estar bien en un territorio pero ser escasas en otros. Por ejemplo, los programas aprobados en el ámbito digital se quedan cortos para muchas empresas vascas, que ya funcionan con un nivel de digitalización importante. Y, por último, está la cuestión de la ejecución. Los fondos aún no están llegando ni a grandes ni a pequeñas empresas. En muchos de los Pertes anunciados aún no hay resolución de convocatorias. Y esas ayudas hay que ejecutarlas en un periodo concreto de tiempo. La incertidumbre, también aquí, es grande.
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