Cuando estamos a punto de recoger para hacer el parón veraniego, nos movemos entre la realidad de unos datos, que mantienen un nivel aceptable de crecimiento, y las sensaciones de que el otoño va a ser muy complicado. Los economistas conocen la importancia de generar un clima ambiental de pesimismo que, finalmente, se acaba convirtiendo en realidad a base de repetirlo. Por ello, es importante tener presente la realidad de nuestra economía, que se mantiene en la zona de crecimiento sólido, aunque con tendencia a una suave desaceleración que se inició en febrero. Esta es la fotografía que comparte el profesor que firma el artículo de esta página o que muestra el termómetro económico del Gobierno vasco y que constata que la inversión se fortalece y el consumo público mantiene su dinamismo, mientras que el consumo privado pierde intensidad. Esto es lo que actualmente ocurre en nuestra casa, pero como no somos una isla debemos estar muy atentos a lo que pasa en el entorno europeo. Por ejemplo, a lo que sucede en Alemania, donde la invasión de Ucrania, la inseguridad energética y la inflación han generado dificultades tangibles y una preocupante incertidumbre. Porque si la locomotora europea se ralentiza, el impacto en las empresas vascas va a ser inevitable; no en vano, el país germano es uno de los principales destinos de nuestras ventas exteriores. Y ya no estaremos hablando de sensaciones, sino de realidades.