El último párrafo del artículo del director general de Adegi, que publicamos más arriba, en esta misma página, es la clave. Las empresas proveen la inmensa mayoría de los puestos de trabajo. Mejorar su competitividad y fomentar nuevas iniciativas es el objetivo. Lograr acuerdos en las empresas, en la sociedad, en la política para remar en esa dirección es lo fundamental. La reciente reunión del Consejo Vasco de Finanzas ha constatado que la recaudación fiscal de 2016 no ha alcanzado la previsión, sobre la que se realizaron los presupuestos, aunque con un crecimiento del 2,7% sobre 2015. Y surge la pregunta del millón: ¿cómo se consigue incrementar los ingresos de nuestras haciendas? Solo hay dos caminos: o aumentar la presión fiscal o aumentar la actividad y la base de personas físicas y jurídicas sobre la que se recaudan los impuestos. El primero es más rápido, pero también más peligroso; el segundo es más lento, pero más consistente. La tentación está ahí y es fácil, por ejemplo, mediante la reducción de las deducciones del impuesto de sociedades para acercar el tipo nominal al real. La duda surge de inmediato. ¿Se pone en juego la competitividad de las empresas si se les da una vuelta de tuerca más? La pregunta queda en el aire, pero contar con tipos más elevados que nuestro entorno perjudica la competencia de las compañías vascas en un mercado global. Hay que analizar muy bien una posible reforma fiscal.