En una travesía tan importante es mantener el rumbo correcto, para alcanzar el puerto de llegada, como el ritmo de navegación, para hacerlo a tiempo. Hemos conocido recientemente la evolución de la economía vasca en el segundo trimestre del año. Un crecimiento interanual del 3,2%, con un aporte importante de todos los sectores, incluida la construcción por primera vez en mucho tiempo; con una demanda interna potente, tanto en consumo como en inversión; y con el empleo creciendo en todos los sectores, aunque no en la construcción. En definitiva, un rumbo que se ha enderezado y a un ritmo sostenido, quizás no muy alto, pero sin pausas. Cuando empezó a cambiar la tendencia, allá por 2014, algunos pusieron el grito en el cielo porque la economía vasca no iniciaba el crecimiento al ritmo de la española, o si lo hacía, que éste era muy débil. Pero lo que ocurría es que la estructura económica vasca, con un fuerte peso de la industria, es diferente de la española. Y se apuntó que cuando iniciáramos la recuperación, esta sería más ‘sana’ y constante. Parece que ha llegado este momento. Un momento en el que, además, los resultados electorales del 25-S han despejado algunas incógnitas en los círculos empresariales, como apunta el presidente de Confebask en esta misma página. Los mimbres están puestos, la ruta trazada, el rumbo fijado y el ritmo constante. Lo único que falta es que los vientos nos acompañen.