El pasado año se institucionalizó el diálogo social en Euskadi mediante la constitución de una mesa en la que se sientan representantes insitucionales, empresariales y sindicales. El objetivo es claro y loable: establecer un marco en el que trabajar, y acordar, en torno a grandes objetivos compartidos en cinco ámbitos: igualdad de género, salud laboral, empleo, industria 4.0 y formación profesional. Un esfuerzo que va en la línea de otras iniciativas de suma, frente a estrategias de confrontación. Y un año después se empiezan a recoger los primeros frutos de esta mesa, que pueden marcar nuestro futuro más inmediato. Como por ejemplo, el compromiso para alcanzar un pacto social para una transición justa hacia un modelo económico caracterizado por la globalización y los cambios tecnológicos. Un pacto que garantice la recualificación, la recolocación o la cobertura social de los trabajadores afectados por la introducción masiva de las tecnologías en los sistemas productivos. O un segundo fruto: la reflexión sobre el condicionante de la edad en los contratos relevo. En definitiva, una mesa que puede ser un instrumento válido, que irá tomando importancia si se utiliza bien y los acuerdos allí pactados se van llevando a los boletines oficiales y a la realidad. Esperemos que el fin anticipado de la legislatura y la ausencia de la mayoría sindical no deje en suspenso este marco para el diálogo.