GUÍA DE LA INNOVACIÓN EN EL PAÍS VASCO 2023 “La relación entre la competitividad y el bienestar medioambiental implica tomar decisiones que pueden causar conflictos”, James Wilson, director de Investigación de Orkestra

James Wilson, director de Investigación de Orkestra. Foto: Orkestra

Competitividad para el bienestar y transición medioambiental son los dos conceptos que busca relacionar el Informe del País Vasco 2023 elaborado por el Instituto Vasco de Competitividad, Orkestra, que si bien refleja una fotografía general positiva, subraya la necesidad de ahondar los esfuerzos en innovación e internacionalización. Todo ello con la transición medioambiental como objetivo de fondo, que trae aparejado consigo una toma de decisiones no siempre sencilla. 

¿Cuáles son las principales conclusiones en términos económico-empresariales del Informe de Competitividad del País Vasco 2023?
En general, son muy positivos. Los dos indicadores clásicos de la competitividad económico-empresarial son el PIB per cápita y la rentabilidad empresarial. Ambos han mejorado en 2022. El PIB ha crecido en los dos últimos años hasta alcanzar el 109%, por encima de la media europea. La rentabilidad empresarial también ha crecido pasando de un 2% en 2021 a un 5% en 2022. La productividad aumenta un 8%, estrechando el gap’ que tiene con Alemania y otros países, aunque la brecha aún es grande. Por último, en innovación, hemos mejorado la posición en el RIS (Regional Innovation Scoreboard) y el porcentaje de pymes que innovan mejora ligeramente. Y en cuanto a internacionalización, hemos tenido exportaciones récord en 2022, aunque también hay margen para la reflexión. 

¿Y en términos de bienestar?
Nuestros niveles de bienestar están altos e incrementándose en cinco áreas: salud, aprendizaje, vida social, satisfacción con la vida y empleo. Hay otras dimensiones en las que reflexionar. Una es la vida material. El hogar medio ha bajado su renta un 4%, hay que tenerlo en cuenta. Sube el PIB pero el hogar medio sufre. La pobreza energética y la desigualdad también han subido. Tiene que ver con el impacto de la crisis, los costes energéticos, el coste de la vida… Puede ser coyuntural pero no se puede perder de vista. Y la otra dimensión en la que las cifras van en la correcta dirección pero no a la velocidad suficiente es la medioambiental. Las emisiones de gases de efecto invernadero están bajando pero estamos lejos de los compromisos internacionales en esta materia. Nuestra huella de carbono, no sólo la industria sino todo nuestro consumo, casi no se ha movido desde 2016. 

¿Hay algún apartado en concreto que destaque, que les haya llamado la atención?
Debemos seguir haciendo esfuerzos en la innovación y la internacionalización. La brecha de las pymes que innovan respecto a la media europea sigue siendo alta. La base de empresas que invierten sigue siendo baja y es cuestión de ampliarla. La innovación es el eje más crítico para la innovación del futuro. Y lo mismo con la internacionalización. Ampliar la base de empresas que venden fuera y hacerlo al sector de servicios, que es donde vemos más debilidad. 
¿Qué conclusiones extrae el informe respecto al reto de la transición verde hacia una economía que alcance las cero emisiones netas?
Este año hemos hecho analizado las motivaciones de las pymes para innovar. El 80% de las empresas que innovan aseguran haber sacado beneficios medioambientales a través de su innovación. Eso nos dice que la innovación es crítica para solucionar el reto medioambiental y que hay que extenderla a todas las empresas. Y otra cuestión interesante es el número de empresas que citan el aumento de los costes energéticos como una motivación para innovar. El reto medioambiental impulsa a las empresas a innovar y la innovación está dando resultados. 

¿Cómo es la relación entre la competitividad para el bienestar y la transición sostenible y cómo contribuye la primera en la segunda?
El informe 2023 busca relacionar esos dos conceptos: competitividad para el bienestar y transición medioambiental. Es un reto universal. Estamos avanzando bien pero hay que acelerar en esta transición. La relación entre la competitividad y el bienestar medioambiental implica tomar decisiones que pueden causar conflictos, con perdedores y ganadores. Creo que hay muchas oportunidades de buscar sinergias entre ambos conceptos. La competitividad económica del futuro va a ser verde, sostenible, por naturaleza. Se trata de buscar acciones que mejoren la competitividad de nuestras empresas y que, a la vez, tengan un impacto positivo medioambiental. El informe trata de apuntar a las palancas que nos permitan hacer una transición verde, sin perjudicar nuestra competitividad económica ni nuestro bienestar social. 

¿Cuáles son estas palancas?
Son los capitales económicos en los que gobiernos, empresas, universidades… pueden intervenir para tratar de obtener resultados. Por un lado, el capital natural, la gestión de nuestros recursos naturales. Por otro, el capital físico, infraestructuras, etc… La financiación, crítica para todo y especialmente para abordar una transición verde. Las bases de conocimiento en la sociedad y cómo se utiliza para mejorar la competitividad. El capital humano, las propias personas y sus capacidades. Y, por último el capital social e institucional, crítico en cuanto a los costes del proceso. Si las relaciones están basadas en gobernanza colaborativa o confianza es mucho más fácil navegar estos procesos. 

¿Han variado estas palancas respecto a años anteriores?
La gobernanza colaborativa ha aumentado su importancia en el contexto de los problemas que tenemos como el medioambiental, el demográfico o el envejecimiento de la sociedad… Ante problemas complejos que requieren de soluciones colectivas, los temas más ‘soft’, de gobernanza colaborativa, se convierten en activos muy importantes para solucionarlos. 

El conocimiento es la raíz de la innovación por lo que hay que seguir invirtiendo en I+D orientada a la transición, algo que en Euskadi se está haciendo”

¿Cuáles son las recomendaciones para afrontar con garantías la transición sostenible sin que una economía tan industrial como la nuestra pierda competitividad?
Nuestras recomendaciones son seis. Primero, fomentar un proceso de transición sostenible inteligente, que tenga una visión compartida que exige trabajar los elementos y pensada en el largo plazo. Hay que estructurar la transición de manera que se prioricen ciertas acciones en el corto plazo, sin olvidar que también hay que tomar otras, más difíciles, pensando en el medio y largo plazo. Se trata de estructurar este proceso de una forma inteligente, ordenada, para que se acelere la transición sin causar perjuicios en el corto plazo. 

Esta parece una recomendación general. ¿Alguna más específica?
El conocimiento es la raíz de la innovación por lo que hay que seguir invirtiendo en I+D orientada a la transición, algo que en Euskadi ya se está haciendo. Además, hay ciertas áreas trasversales para que esta estrategia a largo plazo pueda funcionar: el sistema de innovación, que es una fortaleza en el País Vasco; el ecosistema de capacidades porque necesitamos personas capaces de poner en marcha estas soluciones; el ecosistema de financiación hacia los proyectos ‘verdes’. Y luego están los intermediarios (clusters, agencias de desarrollo económico locales, cámaras de comercio) que vertebran el sistema. Es importante, asimismo, que toda la sociedad esté involucrada en la transición ‘verde’ y esto implica socialización, información y educación de las personas sobre el proceso, así como políticas que compensen a los colectivos que más pierden con este tipo de cambios. La quinta recomendación habla de la importancia de la gobernanza colaborativa y, en ese sentido, Euskadi es una de las regiones con uno de los tejidos de instituciones más sofisticados que he visto en el mundo. Y, por último, fomentar el liderazgo internacional, situarnos en iniciativas que demuestren que lideramos el proceso, como con los ODS y la agenda 2030. El País Vasco está muy avanzado en implementarlos en las empresas y en toda las sociedad. 

LA MOCHILA

1. Primero, una base sólida de conocimiento es fundamental. No sólo invertir en un sistema de conocimiento fuerte sino también en personas bien formadas. Personas que han pasado por un sistema de educación fuerte, con cualificaciones STEM, por ejemplo. 

2. Segundo, la capacidad de colaborar. La solución a los grandes problemas necesita combinar conocimiento de distintos actores, incluso fuera de Euskadi. 

3. Y, por último, tener curiosidad y deseo intrínseco de querer mejorar el mundo. La innovación que necesitamos en este momento nos debe ayudar a solucionar los grandes problemas. Si pudiéramos poner todas las mentes en el mundo hacia ello, lo haríamos. El envejecimiento de la sociedad, los flujos migratorios… hay grandes problemas pero para mí el del cambio climático es el más urgente y complejo. 

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