Con el recuerdo emocionado de las víctimas de los atentados de Catalunya, volvemos a coger la velocidad de crucero habitual tras el parón estival, retomando acontecimientos ocurridos en julio. Recuperar el pulso industrial de nuestra economía es el objetivo del Plan de Industrialización 2017-2020, que quiere dar un salto cualitativo 4.0 para que suponga el 25% del PIB. Para ello, las instituciones destinarán más de 1.200 millones de euros, además de otros 1.000 millones en diferentes medidas de financiación. Un esfuerzo colectivo y compartido que da continuidad a las políticas industriales iniciadas en los años 80 y que tiene un recorrido a la largo plazo, porque asentar y renovar la estructura económica de un país no se hace en un año, ni en una legislatura. Un esfuerzo, además, necesario, como comprobamos con lo ocurrido en varias industrias en dificultades. Pero esta es una apuesta estratégica sostenida que contrasta con la alegría con que en otras latitudes acogen las noticias que hablan de un nuevo boom inmobiliario. Sin desdeñar la importancia de la construcción y de las infraestructuras, ¿no habíamos quedado en que el modelo basado en el ladrillo y el sol no era una forma saludable de crecimiento? ¡Qué pronto nos olvidamos de algunas de las enseñanzas de esta crisis que estamos comenzando a dejar atrás! Esfuerzo, innovación, calidad, responsabilidad, internacionalización, digitalización, emprendimiento, talento... Estos son los mimbres necesarios.