El Gobierno vasco acaba de presentar las directrices que van a marcar la elaboración de los presupuestos para el próximo año. Unas cuentas que, sí o sí, van a tener que contemplar las consecuencias de varios factores que están retrasando la recuperación poscovid: tensiones inflacionistas, precio de la energía y materias primas, fin de la compra de deuda por el BCE, crisis geopolíticas... Un panorama complicado en el que la economía vasca mantiene su crecimiento, aunque a un ritmo menor de lo deseado. Un marco en el que las administraciones van a tener que seguir conjugando su papel anticíclico en las inversiones con sus planes de apoyo a las personas y actividades más necesitadas y afectadas por la situación. Todo ello, teniendo claro que es complicado incrementar el gasto estructural de las administraciones, en base a unos ingresos coyunturales que sí están creciendo por la mayor actividad. Además, nos encaminamos a un escenario en el que, en un par de años, Europa volverá a implantar la normativa de estabilidad presupuestaria que nos obligará a ser más disciplinados. En definitiva, un contexto complicado, en el que habrá que volver a cuadrar el círculo, con las luces largas puestas, con los grandes proyectos en marcha y activos, pero sin dejar de mirar los retrovisores y las necesidades actuales de protección social y de nuestras empresas.