En momentos como los actuales es difícil apuntar reflexiones o ideas no expresadas ya en este espacio desde el pasado mes de marzo. No hay varitas mágicas y hay que prepararse para una larga travesía. Si fuera tan sencillo como apretar el botón de ‘on-off’ y poder resetear la economía, todos los países estarían dispuestos a parar un tiempo y volver a arrancar para situarnse rápidamente en tasas anteriores. Pero esto no es así. Es bastante más complicado y complejo. Porque, frente a quienes contraponen salud a economía, hay que reafirmar que son las dos caras de la misma moneda. La una sin la otra no funciona. Y aquí es donde radica el quid de la cuestión: en acertar en el correcto balanceo de ambas. En esto se afanan todos los responsables institucionales. Y, aunque el ambiente no invita al optimismo, es necesario realizar un llamamiento a no caer en el abatimiento. El bombardeo constante de informaciones, con estadísticas demoledoras, ayuda a que aumenten la ansiedad y el sentimiento constante de amenaza. Tanto las empresas como las personas llegamos estresadas y angustiadas. A diferencia de abril o mayo pasado, ahora ya no interiorizamos la situación como algo vencible en un horizonte previsible. Pero esto no nos debe llevar al desaliento. Al contrario, es necesario insistir, resistir y no desistir, sabiendo que no va a ser un camino fácil ni corto.