Cuando se comparte con alguien lugar de trabajo durante 25 años se crea un sólido vínculo que se asume como perdurable, y parece que la jubilación, cuando llegue, será la única forma de poner fin a esa relación cotidiana. Por eso, la noticia de la muerte de quien ha sido un compañero durante media vida nos deja descolocados y profundamente tristes.
Benito Javier González, nuestro director de Publicaciones, falleció el pasado 2 de noviembre de forma repentina.
Bilbaíno y gallego a partes casi iguales, Benito se licenció en Periodismo en la UPV/EHU, en 1984. Las dificultades para encontrar trabajo en Euskadi le hicieron recalar en Salamanca, donde se hizo periodista como redactor en ‘La Gaceta Regional’ y ‘El Adelanto’, y colaborador en ‘El Norte de Castilla’. Su gran capacidad de trabajo, su compromiso con la profesión y su nobleza dentro y fuera de las redacciones le llevaron, unos años más tarde, a la Jefatura de Prensa del Gobierno de Castilla-La Mancha hasta que, en 1992 regresó a Bilbao.
Entonces pasó a integrar la plantilla de profesionales que, a comienzos de 1993, puso en marcha ESTRATEGIA EMPRESARIAL DEL PAíS VASCO. Además de un peculiar estilo en el vestir –con traje… y botas camperas–, Benito aportó a ESTRATEGIA sus conocimientos y su saber hacer como periodista, su dedicación al proyecto y su trabajo constante, condiciones que le hicieron ascender, en muy pocos años, por todo el escalafón del periódico: redactor jefe (1994), subdirector (1995), director (1996) y director de Publicaciones (2000), cargo que desempeñaba hasta la fecha.
Discreto y reservado, Benito transitaba por la Redacción sin hacer ruido. No hablaba mucho; de trabajo, y poco más. Solo en reuniones informales o de celebración dejaba escapar sus opiniones, algunas historias o comentarios no exentos de socarronería y subrayados con una sonrisa. Prefería dejar la charla sosegada para su vida fuera del periódico, con sus amigos o sus conocidos, aunque manteniendo siempre su parcela resguardada.
Aún así, sabíamos de su preferencia por los viejos rockeros, de sus largos paseos por el Arraiz, de lo que le tiraba Galicia y de su devoción por Mar, su chica de toda la vida, y por sus hijos, Alex y Celia. De su disposición para trabajar y su lealtad a sus convicciones y a su gente. A Benito nunca se le oyó protestar, nunca se le oyó quejarse y nunca se le oyó hablar mal de propios o extraños.
También sabíamos que, en los últimos años, la salud le había dado algunos sustos, que no pasaron de eso pero le hicieron tomarse la vida de una manera más sostenible. Por eso, perder a una persona cercana y querida en uno de sus mejores momentos, y de forma tan fulminante, duele más y deja un vacío más grande. Te echaremos mucho de menos, Benito.
Hasta siempre, compañero.