Los populismos, los repliegues nacionales, el Brexit, las distintas concepciones de la Unión... estaban poniendo en duda la viabilidad del proyecto de la UE como ente político con voz única. Pero ha tenido que ser un virus quien venga a dar un posible impulso al europeísmo. A la exigencia del Parlamento Europeo le siguió la iniciativa conjunta de Merkel y Macron y, recientemente, la presidenta de la Comisión presentó el fondo de recuperación: 500.000 millones de euros como transferencias y 250.000 millones como créditos. Un potente plan que está a medio camino de las peticiones de los países más austeros, partidarios de préstamos condicionados y supervisados por ‘hombres de negro’ y de las exigencias de deuda mutualizada de los estados más afectados por el virus. Es un buen punto de partida para volver a recuperar peso geoestratégico en el tablero mundial. Aunque con limitaciones, junto a otros instrumentos y la actuación del BCE, Europa comienza a mostrar las posibilidades de una política fiscal y presupuestaria común. De todas formas, este fondo es un proyecto de la Comisión que debe ser aprobado por los Veintisiete y, en algún caso, pasar por los parlamentos nacionales, para que pueda entrar en vigor el 1 de enero de 2021. Por ello, aún puede sufrir modificaciones, pero supone un impulso a la idea de Europa. Mejor ‘posible impulso’, como decíamos al principio, pero importante paso adelante.