Euskadi ha sido tradicionalmente un país industrial. Hemos sabido fabricar productos relacionados con lo que teníamos más a mano, el mineral de hierro, y hacerlo con una calidad internacionalmente reconocida. Las ferrerías dan testimonio de que esta característica no es cuestión de unos pocos años, sino de generaciones. Y si nuestra economía ha mantenido su carácter industrial durante los siglos es porque hemos sabido adaptarnos a cada nuevo adelanto, a cada nueva transformación, a cada nueva revolución y, también, a cada nueva crisis. Ahora, estamos inmersos de lleno en la cuarta revolución industrial. Una transformación más global que, en el caso de la industria, supone transformar el qué se hace, el cómo se hace y, asimismo, a las personas que lo hacen posible. Las capacidades que las TIC ofrecen a las máquinas, a los procesos y a las personas suponen un desafío, al que se añade la vertiginosa velocidad al que se desarrolla este reto. Y en este contexto, como en otras ocasiones, en Euskadi hemos decidido no esperar a ver lo que ocurre y ser protagonistas de esta revolución. Por ello, no es extraño que Europa nos vea como uno de los casos de éxito en industria 4.0. Ni que el certamen Basque Industry 4.0 The Meeting Point sea un punto de referencia internacional. Ni que la estrategia Basque Industry 4.0 sea un ejemplo a nivel europeo. Un camino acertado para que Euskadi siga siendo un país de la industria en el siglo XXI.