“El factor humano en la apuesta de futuro”

Jabier Larrañaga, diputado de Promoción Económica y Proyectos Estratégicos de Gipuzkoa

Jabier Larrañaga, diputado de Promoción Económica y Proyectos Estratégicos de Gipuzkoa Foto: DFG

Si en enero de 2020 nos hubieran dicho que, casi tres años después, Gipuzkoa tendría un 7% de paro, rondaría los máximos de afiliación a la Seguridad Social, exportaría más que nunca o mejoraría la actividad industrial de 2019, que fue un año fantástico, seguramente catalogaríamos los datos de bastante positivos. Si, además de eso, nos dijeran que esas cifras llegarían después de una pandemia mundial sin precedentes que frenó en seco la economía global, afectando gravemente a la cadena de suministro, y a la que se concatenaría la primera guerra del siglo en territorio europeo, las calificaríamos de muy meritorias.
¿Debe eso llevarnos al triunfalismo? En absoluto, porque las estadísticas no reflejan la realidad en su conjunto, y porque hay otras, como la relacionada con la inflación, que no son buenas. El coste de las materias primas, el transporte y la energía está minando los márgenes de nuestras empresas y poniendo en dificultades a muchas familias. La actuación de los Bancos Centrales, en un contexto que tiene que ver más con la oferta que con la demanda, será clave en la evolución de la economía. A ello hay que sumarle la incertidumbre que arroja el estancamiento de la guerra de Ucrania. 
Ante ese escenario, lo responsable es trasladar un mensaje de prudencia y confianza, y no sumarse a los mensajes apocalípticos que tanto venden. Porque la confianza nos hará ver oportunidades, que las hay, mientras que el miedo nos lleva al bloqueo y la parálisis. Lo cierto es que nuestras empresas han sabido capear una situación convulsa y muy complicada, y que su tamaño, que para otros aspectos es una desventaja, les ha permitido sortear las complicaciones de una cadena de suministro tensionada. El grueso de ellas cuenta con una situación saneada y está haciendo un esfuerzo para mantener los pedidos que hasta ahora ha dado resultado. Veo un tejido económico dinámico, que no está de brazos cruzados. Presentando más y mejores proyectos que nunca a nuestras convocatorias de apoyo en ámbitos como la transformación digital, la economía circular o el intraemprendizaje, y participando de forma activa en los distintos foros donde estamos trabajando los proyectos estratégicos.
Precisamente, vivimos una situación que requiere compaginar el apoyo coyuntural a los sectores y personas más vulnerables, con la amplitud de miras para seguir preparando el futuro y las grandes transformaciones en las que ya estábamos inmersos antes de la llegada de la pandemia, siempre sobre la base de que una economía fuerte y avanzada constituye la base para garantizar la calidad de vida y el bienestar de las personas. Y siendo conscientes de que la de la competitividad es una carrera de fondo, en la que solo desde el esfuerzo y la autoexigencia individual y colectiva conseguiremos legar a las próximas generaciones una economía fuerte como la que recibimos de nuestros mayores.
Una de nuestras fortalezas es la visión a largo plazo, compartida por instituciones, empresas y otros agentes, que sumada a la apuesta por la gobernanza colaborativa, nos está posibilitando desplegar proyectos e infra- estructuras punteras en ámbitos como la ciberseguridad, la nueva movilidad, las tecnologías cuánticas, el cambio climático o el envejecimiento saludable. Iniciativas al servicio de pymes, agentes del conocimiento y ciudadanía que permitirán potenciar las capacidades de Gipuzkoa y Euskadi, y generar nuevas oportunidades en ámbitos clave de futuro, bajo la premisa de la especialización inteligente. 
Además de sacar partido a nuestras fortalezas, debemos seguir abordando con determinación los desafíos a los que se enfrenta nuestro tejido económico, lo que equivale, en gran medida, a hablar de los retos de la pequeña y mediana empresa: incorporarse a las grandes transformaciones –digital, ecológica y social–, posicionar sus proyectos para ser capaces de atraer talento en un contexto en el que la relación con el trabajo está cambiando, invertir en intangibles más allá de la tecnología –una de nuestras asignaturas pendientes–, activar dinámicas que les permitan ganar escala, e involucrar a la propiedad para que lidere todos esos procesos. Todo ello con un denominador común: el factor humano, las personas, de quienes depende que sea posible lograrlo. El tiempo dirá en qué medida lo hacemos.

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