“Más munición”. “La última bala”. “La artillería”. “El bazoka”. “Sin munición”. “Último disparo”. Cualquiera que lea estas palabras podría pensar que nos vamos a referir a algún tipo de suceso bélico, pero no. Son las expresiones que periodistas y analistas han utilizado al dar cuenta de la última comparecencia del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi. El economista italiano se marcha del cargo con más luces que sombras y aprobando un último paquete de medidas para estimular la economía de la zona euro y paliar los efectos de la desaceleración. Antes de dejar el cargo en noviembre, en favor de Christine Lagarde, hay consenso en que el BCE?casi ha agotado las iniciativas de política monetaria. Ha insistido en los tipos de interés negativo, en el programa de compra de deuda y en incrementar a los bancos el coste de tener depósitos en el BCE. Ahora pasaremos a la siguiente pantalla, la de la política fiscal y la inversión pública para dinamizar la economía europea, que sufre con las incertidumbres mundiales y la atonía de sus locomotoras. Draghi se marcha como llegó, poniendo al BCE a liderar las políticas de estímulo con un doble objetivo: impulsar el crecimiento y elevar, en paralelo, la inflación hasta el entorno del 2%, un nivel que se estima compatible con la estabilidad de precios. Esperemos que entremos en este nuevo campo de batalla bien pertrechados, terminando con el símil bélico.