Si algún tema ha merecido el foco social, económico y ambiental en el año 2022, ese ha sido la energía. La invasión de Ucrania tuvo una repercusión inmediata en los precios del petróleo, del gas y de la factura eléctrica, y colocó a familias y a empresas en una difícil situación. La energía representa un tercio de los costes de producción de nuestras empresas, llegando incluso al 50%, con el impacto que ello representa en sus cuentas de resultados y en nuestra economía. Repercusión que también afecta a las familias que ven mermado su poder adquisitivo y comprometido su bienestar. La subida de precios y la amenaza de una crisis de suministro
El mundo en que nos ha tocado vivir nos sitúa cada vez con mayor contundencia la necesidad de ser sostenibles. A las advertencias que viene haciendo la ciencia, a través de organismos como el IPCC, que nos alertan sobre las consecuencias del cambio climático, se suman la crisis vivida con la pandemia de la Covid y las consecuencias de la invasión de Ucrania. En todas estas circunstancias hay un denominador común y un mensaje: aquello que no es sostenible acaba no siendo viable. Lo mismo da que hablemos de salud, energía o del consumo de materias primas; los desequilibrios se acaban pagando en forma de crisis climáticas, energéticas o sanitar