La Unión Europea fue una respuesta exitosa a los conflictos que propiciaron dos guerras en la primera mitad del siglo XX. La gestión común del carbón y el acero entre enemigos íntimos que acababan de despedazarse en el campo de batalla, acabó con el riesgo de una nueva confrontación. Pero, además, puso en marcha un proceso innovador que ha convertido el espacio europeo en una referencia mundial de estabilidad, democracia y derechos sociales. Hoy estamos en una encrucijada semejante. Los grandes asuntos a resolver son de otra naturaleza, pero son igualmente complejos y globales. Generan incertidumbre porque implican profundos cambios. Hoy s
El Parlamento que surja de las próximas elecciones europeas va a tener un papel decisivo en el rumbo que tome la construcción de la Europa federal que necesitamos. La necesitamos porque afrontar los retos que nos plantea el funcionamiento cotidiano del mundo global requiere respuestas al menos de nivel europeo. Y ofrecerlas exige construir una verdadera soberanía europea. Una voz única con opinión y acción conjunta. Con peso en el planeta. Solo así seremos capaces de devolver el sector financiero a su papel original: el apoyo a la economía real. Necesitamos un poder de la suficiente entidad para inyectar en el sistema valores, normas y medi