Desde hace no mucho tiempo, son varios cientos las personas que, cada año, intentan alcanzar la cumbre del Everest. Sorprende el hecho de que muchas de ellas no son alpinistas y apenas han intentado subir otras montañas menos exigentes, pero aún así emprenden la empresa invirtiendo cantidades considerables de dinero y esfuerzo, asumiendo riesgos de los que seguramente no son plenamente conscientes, deslumbradas por el mito que representa esta montaña, como si el ser la más alta hiciera irrelevantes al resto de montañas y cordilleras. La realidad es que existen cientos, miles de montañas de menos de 8.000 metros, muchas apenas exploradas, y u