Hacer acopio de liquidez para asegurar el funcionamiento a corto plazo del negocio fue la reacción inmediata y unánime de las organizaciones en las semanas siguientes a la declaración del estado de alarma y la consiguiente paralización de buena parte de la actividad económica. En un escenario de absoluta incertidumbre, la iniciativa financiera, pública y privada, puso en marcha toda su artillería para salir al rescate de pymes y autónomos víctimas del covid. Las líneas extraordinarias de financiación dispuestas por unos y otros resultaron vitales para encauzar la recuperación. Dos meses después de declararse la pandemia, ocho de cada diez
La banca jugó un papel esencial en 2020. Desde el mismo momento en que se declaró el estado de alarma, sus mecanismos se activaron al cien por cien para ofrecer soluciones a medida de las necesidades de financiación de sus clientes. Las cuentas de resultados han acusado el esfuerzo en provisiones, con una caída generalizada de los beneficios, en un año que ha sido testigo también de importantes operaciones corporativas y de un acelerado avance en la digitalización de las relaciones banco-cliente. Nada más declararse el estado de alarma en marzo, las entidades bancarias lanzaron distintas líneas de préstamos para ayudar fundamentalmente a py