Las instituciones culturales deberían tener la capacidad de adaptarse a los cambios sociales por definición, estar atentas y alertas, como espacios abiertos a la experimentación y a la reflexión. El futuro-presente de las instituciones culturales pasa por una apertura a las necesidades, a la interacción con los públicos y a la adaptación a las posibilidades que les da la tecnología como mera herramienta, no como fin: digitalización y circulación de contenidos, acceso a herramientas de creación y a lugares de intercambio de conocimiento, como pueden ser los laboratorios. Los centros de cultura contemporánea tienen que seguir siendo aquellos