El termómetro de la economía vasca se situó en septiembre en 128,3. Por tanto, se mantiene dentro de la zona de crecimiento sólido (de 100 a 150). Sin embargo, tras el fuerte repunte de los meses de abril y mayo, este indicador se ha ido suavizando lentamente.
Parte de esa pérdida de ritmo se debe al comportamiento de la industria, que deja atrás los incrementos de dos dígitos de los últimos meses para situarse en valores inferiores, aunque todavía muy intensos. La creación de empleo también se ha moderado, si bien el paro sigue reduciéndose rápidamente. También se perciben los síntomas de ralentización en el avance de las Cuentas Trimestrales, correspondientes al tercero de 2021, que ha publicado el Eustat.
Según el Instituto Vasco de Estadística, el PIB de Euskadi aumentó en el tercer trimestre del año un 0,8% en relación al trimestre precedente, siendo el quinto consecutivo con tasas de variación intertrimestral positiva. Y, con respecto al periodo julio-septiembre de 2020, el PIB vasco ascendió un 3,8%. El empleo, por su parte, aumentó en seis décimas respecto al trimestre anterior y, en términos interanuales, la recuperación se estima en un 3,2%.

La consejera de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno vasco, Arantxa Tapia, considera que en la ralentización de la economía vasca influyen factores como el precio de la electricidad y del gas, y lo relacionado con la logística, los fletes y la escasez de materia prima. En su opinión, la recuperación pospandémica está siendo “muy rápida” y cree que eso hace que no casen la oferta y la demanda. “Es mucho mayor la demanda que se está produciendo de todos esos elementos y la oferta no consigue asimilarse a esa demanda”, señala. Tapia espera que, a lo largo del primer semestre de 2022, se pueda conseguir que la oferta y la demanda se iguales pero, precisa que “parece que en todo el mundo, y también en Euskadi”, ese crecimiento que se esperaba tan radical quizá “sea un poquito ralentizado como consecuencia de todo esto”.