Las buenas prácticas, a exámen en el XX aniversario del Pacto Mundial

El balance presenta luces y sombras; entre estas últimas, la defensa de los derechos humanos y la protección del medio ambiente

La Fundación Rafael del Pino fue la institución impulsora de la implantación y difusión en España de los principios del Pacto Mundial de Naciones Unidas.

A comienzos de siglo XXI se presentaba en Madrid el Pacto Mundial de Naciones Unidas (Global Compact), con la presencia del entonces secretario general Kofi Annan. En aquel evento participaron grandes empresas, incluidas las que están hoy en el Ibex 35, todas dispuestas a apoyar e implicarse en una responsabilidad social corporativa (RSC) que entonces daba sus primeros pasos. Veinte años después, el balance de buenas prácticas presenta luces y sombras. Entre estas últimas, la actividad en el terreno de la defensa de los derechos humanos y la protección del medio ambiente.
La responsabilidad social corporativa de las empresas ha mejorado en las dos primeras décadas del siglo XXI, dado que se partía de la nada: hoy no hay gran empresa que no tenga un departamento de RSC. Es algo que forma parte de su buena imagen pública. Pero, también indiscutiblemente, hay demasiado abuso de un término que en muchas ocasiones se utiliza con ligereza, demasiado ligado al marketing y que escapa del control, sobre todo si la compañía en cuestión queda fuera de la legislación nacional o europea y deja de tener cortapisas en países cuyos gobiernos son mucho más permisivos con las vulneraciones de derechos y los impactos ambientales.

Las empresas ‘top employers’ dan prioridad

a la economía local y las cláusulas

de RSC con los proveedores

La defensa de los derechos humanos está a la cola de las políticas corporativas en España. Sólo 13 empresas del Ibex 35 realizaron en 2019 una identificación de riesgos y de impactos en los derechos humanos ligados a su actividad.

Sostenibilidad

Por otro lado, la sostenibilidad se ha consolidado claramente como una prioridad estratégica en las mejores organizaciones, una tendencia previa a la irrupción de la pandemia, pero que desde marzo de 2020 se ha acelerado. Las empresas deben hoy reforzar su cultura y asegurarse de que sus valores se alinean con los de los empleados, que son cada vez más socialmente responsables, y dotar de sentido a su relación con los proveedores, con su vinculación al entorno en el que operan. La sostenibilidad de las organizaciones depende en buena medida de su capacidad para construir comunidades. Sus buenas prácticas, para ser efectivas, han de estar vinculadas con su entorno local. Las compañías ‘top employers’ apuestan por la economía local, los productos de proximidad, las cláusulas de RSC con los proveedores y la contribución a la sostenibilidad.

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