Un grupo de investigación del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) y de la Universidad de Burdeos (Francia), junto con la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), ha diseñado nuevos imanes moleculares que funcionan hasta los 242 ºC. Gracias a la gran coercitividad que muestran estos imanes a temperatura ambiente, podrían emplearse para el almacenamiento de información; además, como son más ligeros que los imanes tradicionales, podrían superponerse en aplicaciones en las que el exceso de peso resulta problemático (en teléfonos, satélites, etc.).
Itziar Oyarzabal, investigadora postdoctoral del Gobierno vasco y una de las participantes en esta investigación, afirma que “además de tener propiedades excepcionales, el proceso de síntesis de los imanes es relativamente sencillo: hemos tomado materiales metal-orgánicos conocidos y les hemos inyectado electrones químicamente; así, se forman radicales con los que se consiguen interacciones magnéticas más fuertes”. Y añade que es “la estrategia sintética utilizada puede emplearse con muchos materiales, por lo que se abren muchísimas oportunidades para preparar una nueva generación de imanes ligeros de alta temperatura”. Oyarzabal apunta, sin embargo, que “queda un gran camino por recorrer hasta poder encontrarlos en electrodomésticos y dispositivos electrónicos habituales”.
Los imanes son componentes clave en los dispositivos de procesamiento y almacenamiento de datos, así como en múltiples objetos de uso cotidiano. Por ejemplo, se utilizan en los motores eléctricos de alimentación de la mayoría de los electrodomésticos, y son fundamentales en diversas energías renovables. Ese amplio uso ha traído consigo un gran aumento de la demanda de nuevos materiales magnéticos. En 2019, el valor del mercado global de los materiales magnéticos inorgánicos ascendía a un total de 19,5 billones de dólares, y se prevé que para el 2025 llegue hasta los 27,5 billones.