La teoría del caos tiene en el llamado efecto mariposa uno de sus conceptos más conocidos. Este viene a decir que una pequeña alteración en un sistema puede provocar un efecto considerablemente mayor, no previsto inicialmente. En un entorno en el que las incertidumbres que el covid desató no se han calmado, hay un temor fundado de que el ataque de Rusia a Ucrania vaya a tener consecuencias globales no previstas a nivel económico. Se empiezan a comprobar en las bolsas y en los ya tensionados mercados de la energía. Los precios del petróleo y, especialmente, del gas se han disparado, con lo que su traslación a la inflación es lo primero que vamos a notar. El impacto directo en las empresas vascas puede que sea, inicialmente, más limitado. De hecho, son pocas las compañías con presencia en Kiev. Pero la actividad exportadora a los países de la región (Alemania es el segundo destino de las exportaciones vascas), y a los proveedores de esos estados, se va a resentir y eso ya no son palabras menores. Y por último, está por ver el efecto rebote de las sanciones que Estados Unidos y Europa han impuesto a Rusia. En definitiva, esta guerra en plena Europa en el siglo XXI, además del terrible coste humanitario, va a tener unos daños colaterales económicos que aún estamos lejos de vislumbrar. Y que volverán a retrasar la recuperación tras la pandemia.