Llega septiembre y se retoma la actividad y la normalidad, incluso vuelve el fresco y la lluvia. Y el nuevo Gobierno vasco, una vez se van completando los equipos, comienza a tomar velocidad de crucero, porque la realidad no espera. El lehendakari Pradales ha aprovechado una comparecencia pública para, impulsándose en lo realizado hasta ahora, insistir en lo que van a ser sus líneas prioritarias en la actual legislatura para la transformación de Euskadi: política industrial, capacidad inversora y los nuevos presupuestos, junto al talento y la I+D+i.

En un contexto global de incertidumbre por las tensiones geopolíticas, la industria se entiende como la base de la nueva competitividad, para conseguir una economía más dinámica y tecnológica. El objetivo es ambicioso: liderar el renacer industrial europeo. Todo ello se plasmará en el próximo Plan de Desarrollo Industrial 2028.

Y esto está en línea con lo que está ocurriendo en Europa. Así, Mario Draghi acaba de presentar el informe encargado por la Comisión Europea, sobre el futuro de la competitividad de Europa, en el que el punto fundamental es impulsar un efectivo proceso de reindustrialización de la UE, junto a la mejora de la inversión pública y privada y de la gobernanza. El texto del expresidente del BCE apunta a que este proceso requeriría de unas inversiones adicionales estimadas de 800.000 millones de euros anuales. Estaría bien que la nueva Comisión Europea, que ahora echa a andar, tomara este informe como una hoja de ruta que guíe su actuación en esta legislatura para reducir la brecha que mantiene el viejo continente con EE.UU. y China.

Como observamos, tanto en Euskadi, como en Europa, acertar en el diagnóstico solo supone la mitad del trabajo y del éxito. El otro 50% vendrá de activar las estrategias adecuadas y contar con los recursos financieros necesarios para aprovechar las oportunidades de crecimiento de un continente y de un país que quiere ser sostenible, competitivo, innovador y atractivo.